Todo en el universo es energía y esta vibra a diferentes frecuencias creando diferentes tipos de ondas vibratorias: luz, sonido, ondas electromagnéticas... Todo comienza a través de una vibración que conlleva una esencia de forma, unas características únicas.
En las antiguas escuelas de sabiduría de Egipto, Roma, Grecia, la India y otros centros de aprendizaje el conocimiento del sonido era una ciencia muy refinada basada en el entendimiento de la vibración como principal fuerza causal del universo.
Pitágoras afirmaba que "cada cuerpo celeste, cada átomo, produce un sonido particular debido a su movimiento, ritmo o vibración. Es más, todos esos sonidos o vibraciones componen una armonía universal en la que cada elemento, sin perder su propia función y carácter, contribuye a la totalidad".
Mediante el empleo regular del sonido combinado con la intención, podemos empezar a vibrar de manera más rápida. Esto recibe el nombre de "subir la frecuencia". Una frecuencia de vibración más elevada crea mayor movilidad de las células, lo que las hace menos densas, evitando que las energía negativas o ajenas se nos adhieran fácilmente y consiguiendo estados más elevados de conciencia y facilitando bienestar y armonía.
Sonido y Sanación
Todo en el universo vibra, lo cual incluye al cuerpo humano. Cada célula y cada órgano de nuestro cuerpo, vibran continuamente a una determinada frecuencia. Cuando un órgano está sano su frecuencia vibratoria está en armonía con el resto del cuerpo. Cuando esta frecuencia se altera, se rompe esta esta armonía y aparece la enfermedad.
Por el principio de resonancia es posible modificar estas frecuencias alteradas a través de la transmisión de otras frecuencias. Esto convierte al sonido en un proceso terapéutico capaz de abrir la puerta al equilibrio físico, emocional, mental y espiritual.
Podemos considerar la enfermedad del cuerpo como reflejo de una enfermedad del alma individual, como una distorsión de las "fuerzas sonoras creadoras de la vida".
Considerando que las fuerzas de la naturaleza que rigen y crean órganos y sistemas de todos los seres vivos, vibran en unas notas o frecuencias concretas, es posible por la Ley de Semejanza, reconducirlas en un organismo enfermo para que recupere el equilibrio perdido. Se puede curar con lo semejante, es decir, la misma frecuencia alterada que hizo enfermar, es en equilibrio, la encargada de llevar el organismo hacia la salud.
Existe una gran afinidad entre el cuarzo y el hombre, ambos estamos compuestos por sustancias cristalinas, que en el hombre están presentes en todo el organismo (huesos, sangre, cabello, piel, uñas, dientes...) Nuestro ADN se estructura en una doble espiral muy similar a la del cristal de cuarzo. Hay cuatro moléculas de sílice (cuarzo) en cada una de nuestras células y también está en la estructura crístalo-coloidal líquida del cerebro. Esto hace que tengamos una gran resononancia con los cristales.
Los cristales de cuarzo actúan como transductores de energía. Esto es porque poseen la capacidad de tomar una forma de energía, como las ondas de presión, y convertirlas en una forma más alta de energía como la electricidad. También tienen la popiedad de ser "acústico-luminiscentes", que significa que pueden convertir ondas sonoras en luz, sonido en luz.Los cristales de cuarzo se activan por medio del sonido, el calor y la presión. Los cristales activados (que se puede conseguir por medio del sonido de un cuenco) emiten un campo de energía que abarca 60 centímetros cúbicos por gramo de masa de cristal y amplifica cualquier tipo de energía mental que transporte dicho impulso. En antiguos textos Vedas de la India (los Puranas) se dice que el cristal de cuarzo puede aumentar los pensamientos hasta 15.000 veces.
En las enseñanzas del pueblo Cheroqui (nativos americanos) que se considera como el "guardián" del cristal dicen: "El cristal de cuarzo amplifica los pensamientos y emociones de los hombres que se relacionan con él... De ahí que quienes se han sentido atraídos por sus propiedades cultiven la mente cristalina en sus pensamientos, palabras y obras... El cristal de cuarzo es el cristal de la voluntad, el deseo de ser. Con una sola presencia en tu entorno, invoca en ti la voluntad de alcanzar la plenitud, estimulando un proceso de transformación en múltiples niveles." (Dhyani Ywahoo, Voces de nuestros antepasados)
El doctor Gaynor (rector del Dpto. de Medicina Oncológica e Integrativa del centro Strangh-Cornell de Nueva York para la Prevención del Cáncer) asegura haber utilizado terapéuticamente con éxito el sonido obtenido con cuencos de cuarzo en cientos de pacientes. Sonido que -como explica en sus conferencias y libros- "influye en el proceso de curación de varias maneras: alterando las funciones celulares mediante efectos energéticos, haciendo que los sistemas biológicos funcionen con más homeostasis, calmando la mente -y con ello el cuerpo- y teniendo efectos emocionales que influyen en los neurotransmisores y los neuropéptidos que, a su vez, ayudan a regular el sistema inmunitario, al sanador que llevamos dentro."
Afinidad entre el cuarzo y el hombre
El cuarzo posee una gran afinidad con el hombre. El científico norteamericano Marcel Vogel encontró que el electromagnetismo del pensamiento humano encaja con la matriz formada en la estructura molecular del cuarzo y eso permite su programación por el propio pensamiento.
Los cuencos de cuarzo, pues, contienen un poder que va mucho más allá de la mera musicalidad y que requiere tanto de nuestra apertura consciente para ser percibido como de la correcta disposión e intención para ser utilizado.
Por el principio de resonancia, el sonido de los cuencos de cuarzo ajusta la vibración de la persona a la misma frecuencia emitida del mineral, y terminan ambos vibrando al mismo ritmo. También es posible por medio del sonido cambiar los ritmos de nuestras ondas cerebrales así como el latido de nuestro corazón y nuestra respiración. A esto se le conoce como "resonancia forzada" e implica "la capacidad de las vibraciones más potentes de un objeto para cambiar las menos potentes de otro y hacer que sincronicen sus ritmos con los del primer objeto".
Los cuencos de cuarzo emiten e inducen un modelo de onda alfa que es la que emite el cerebro en los estados meditativos y de profunda calma. Se ha comprobado que en estos estados hay un aumento de la producción de linfocitos T, responsables del sistema inmunitario.
El sonido de los cuencos afecta de una manera global al individuo. Equilibrando primero su cuerpo energético y los chakras (centros energéticos) y luego limpiando el campo áurico.
La vibración repercute en la columna que actúa como vehículo de resonancia y se extiende a través del sistema nervioso a nuestras células, tejidos y órganos. Esa es la razón de que la vibración producida por los cuencos tenga la capacidad de disolver bloqueos en el cuerpo físico y sutil así como de que se utilice en casos de contracturas musculares, roturas y otros problemas óseos.
El cuenco de cuarzo emite armónicos no lineales (sin proporción matemática) de ahí su poder de romper estructuras, bloqueos... para después llegar al núcleo del desequilibrio y armonizar, sanar. Estos armónicos no solo trabajan el cuerpo físico, también cambian nuestros estados de conciencia acercándonos al centro, a la conexión con nuestro ser.
El sonido que transmiten los cuencos de cuarzo es tan puro que la mera acción de hacerlos sonar se transforma en un acto sagrado. Este sonido "cuasi divino", se expande a su alrededor y viaja por el espacio alcanzando los confines últimos de la Tierra. De ese modo sana a las personas y sana el ambiente.
Los Diapasones
Estos no contienen armónicos, emiten la nota pura, así lo que es movido por los cuencos de cuarzo, a través de los diapasones es conducido y estructurado, armonizando y equilibrando lo que el organismo necesita para sanar.
Con los diapasones se puede trabajar a través de todos los planos de la persona (cuerpo físico, emocional, mental, espiritual).
Si consideramos la enfermedad como el alejamiento de uno mismo, de nuestra frecuencia primigenia, como el resultado de enfrentarse dos fuerzas: Yin y Yang, produciendo una cistalización en el organismo, un desequilibrio energético. A través de las frecuencias sonoros específicas se crea un puente entre el sonido y la estructura. Del átomo a la molécula, de las células al AND, el cuerpo está hecho de formas geométicas que se ajustan unas con otras para formar el total. Los diapasones son capaces de "sintonizar" la vibración del cuerpo y volverla a poner en su vibración "óptima" y sana.
Bibliografía:
Amelia Lamaignere
Robert Goodman
Yaray Kokeba
Xavier Bellón
Carlos Laza
Otras en la web